La capacidad de ser persuasivo es una habilidad muy importante y útil.
Te permite demostrar que tienes razón, convencer a las personas que han cometido errores y disuadirlas de hacer cosas malas.
Pero, ¿cómo puedes aprender a convencer a los demás?
Esto es muy posible si sigues algunas reglas simples.
Antes de empezar a convencer a los demás, debes intentar convencerte a ti mismo de algo.
No, no estamos hablando de tesis en absoluto, a las que se puede decir: "Sí". Por supuesto, estarás de acuerdo contigo mismo.
Estamos hablando de discusiones, tras las cuales debería haber una acción concreta, y no un simple acuerdo.
Por ejemplo, convéncete de que necesitas empezar a hacer ejercicio o ponerte a dieta.
Si no ha comenzado a tomar estas acciones durante años y de repente se convenció de la necesidad de hacerlo (y comenzó a tomar medidas), entonces puede intentar convencer a otros de algo.
No intente "destruir" inmediatamente la imagen del mundo que tiene su interlocutor. De esta manera es poco probable que gane la discusión.
Primero, intente demostrarle algo sencillo a su interlocutor.
Convénzase de que tiene razón. Ni siquiera intentes demostrar algo si tienes dudas o sientes que te faltan argumentos.
El interlocutor sentirá instantáneamente su incertidumbre. Y entonces simplemente no podrás ser convincente.
En algunos casos, tiene sentido abandonar las líneas: "deberías hacer esto" o "tu opinión es incorrecta".
A veces basta con enumerar los hechos, sin intentar "presionar" psicológicamente a su interlocutor.
A veces esta estrategia resulta muy eficaz: la propia contraparte llega a la conclusión necesaria.
Sí, a veces existe la tentación de presentar el argumento más convincente desde el principio del argumento.
Pero trate de guardar este argumento para más adelante.
Lo correcto es alternar argumentos fuertes con argumentos débiles y presentar el argumento principal al final de la conversación.