Algunos padres deciden ponerle a su hijo el nombre de su padre. O ponle a tu hija el nombre de tu madre.
A primera vista, la decisión parece correcta. Mamá o papá están muy contentos. Además, existe la oportunidad de hacer que las relaciones familiares sean más confiables.
Sin embargo, la sabiduría popular no recomienda dar ese paso.
Se cree que si hay homónimos en la familia, esto puede tener consecuencias indeseables.
Según las señales, si le pone a su hijo el nombre de su padre, a medida que crezca, es posible que el niño nunca encuentre un lenguaje común con un pariente cercano.
Lo mismo puede suceder si le pones a tu hija el nombre de su madre.
También se cree que después de décadas, alguien puede comenzar a obligar al homónimo a salir de casa.
Las supersticiones populares no recomiendan que un niño nombre un pariente fallecido.
No se deben esperar buenas consecuencias si el hijo lleva el nombre de un padre que murió antes del nacimiento de su hijo. Quizás el niño “heredará” el destino infeliz de su padre.