Muchos padres están seguros de que el bebé no debe "deshacerse" de las emociones negativas.
Por este motivo, algunas madres y padres prohíben a sus hijos enfadarse.
Y, de hecho, es agradable cuando el bebé es lo más amable, tranquilo, correcto y obediente posible.
Sin embargo, obligar a un niño a guardar siempre la ira en su interior sigue siendo una estrategia parental muy peligrosa.
Puede llevar a una consecuencia indeseable.
Un niño al que se le ha privado del derecho a expresar su enojo comienza a tener problemas de socialización.
Le resulta difícil comunicarse tanto con sus compañeros como con los adultos. La razón es simple: no hay intercambio de emociones.
Por lo tanto, recuerde: para una socialización exitosa, un niño debe aprender a ser emocional.
En este sentido, son importantes tanto las emociones positivas como las negativas.
Sin embargo, esto no significa que un niño pueda enfadarse sin control. La moderación es importante. El niño debe comprender que descargar la ira con todos y en casi todas las situaciones es muy peligroso.
La recomendación general es la siguiente: “No prohíbas que tu hijo o hija se enfade, sino enséñale a controlarse en situaciones importantes”.