¿Quizás alguna vez has escuchado de tus padres frases como "Las chicas buenas no lloran", "Si no eres dulce, no te derretirás", "Sé inteligente, guarda silencio"? ¿O tal vez los pronuncia usted mismo y se los dirige a sus hijos?
Estas y otras expresiones (“No llores”, “No te quejes”, “Soy paciente”, etc.) impiden que el niño sienta y experimente emociones.
Son utilizados por aquellos adultos que tienen miedo de confiar en sus sentimientos y no dominan la habilidad de gestionar las emociones.
Simplemente no saben cómo lidiar con los sentimientos fuertes, cómo y por qué aparecen, por lo que eligen el camino más simple: prohibirlos por completo.
Los sentimientos que experimenta un niño asustan a un adulto y lo desequilibran.
La prohibición de los sentimientos en la infancia conduce al hecho de que, en la edad adulta, una persona no se escucha a sí misma y no comprende lo que siente. No puede reaccionar a las señales que le envía su cuerpo, no sabe lo que quiere.
Como resultado, surgen enfermedades psicosomáticas.
Pregúntese: “¿Qué estoy sintiendo? ¿Por qué? ¿Cómo se siente mi cuerpo?
Un ejercicio con despertador ayuda: cada hora que suene el despertador, comprueba tu estado físico y emocional. Esta práctica te ayudará a concentrarte en las sensaciones que experimentas.