Muchas madres y padres alzan la voz ante sus hijos con demasiada frecuencia.
Y esto tiene una explicación: algunos niños se portan mal y no obedecen, razón por la cual los padres “se derrumban”.
Sin embargo, este enfoque debería abandonarse.
El caso es que gritar es absolutamente inútil a la hora de comunicarse con un niño. Contrariamente al fenómeno generalizado, la eficacia de tal “técnica educativa” es nula.
En primer lugar, los gritos ahogan el significado de las palabras. El niño reacciona sólo ante una voz elevada, ignorando la esencia de las afirmaciones mismas.
En segundo lugar, muchos niños se acostumbran rápidamente al "mayor volumen". Al principio reaccionan de alguna manera al grito y luego dejan de hacerlo.
En tercer lugar, los niños más sensibles perciben demasiado dolorosamente las voces elevadas de sus padres. Comienzan a preocuparse y temer mucho, encontrándose en un estado de estrés. Esta situación puede repercutir negativamente en la relación del niño o la niña con mamá y papá.
¿Quieres que tu hijo realmente te escuche y sea más obediente? ¡Entonces deja de gritarle!
Sí, al principio parecerá que este enfoque no tiene ningún efecto.
Pero entonces comprenderás que presentar reclamaciones con calma y hablar en tono normal resulta más eficaz desde el punto de vista educativo que gritar.