Muchos padres temen someter a sus hijos e hijas a castigos.
Estas madres y padres están seguros: castigar a sus hijos significa demostrar ira y odio.
¿Pero es correcta esta conclusión?
No precisamente. Puede parecer extraño al principio, pero un padre que castiga justamente a un niño está demostrando amor por él.
Por eso, no temas castigar a un niño si realmente se portó mal: no arruinarás tu relación con el heredero. Todo lo contrario.
Pero recuerda ciertos matices.
Un niño que ha sido castigado por su mal comportamiento comienza a comprender que las acciones incorrectas conllevan ciertas consecuencias.
El niño se vuelve más educado y comienza a tratar a los demás con respeto.
Pero el sentimiento de impunidad puede hacer que un niño sea arrogante, arrogante, demasiado exigente y grosero.
Los castigos no deberían ser duros. Por supuesto, el uso de la fuerza por parte de los padres es inaceptable: ¡nada de “cinturones”!
En la gran mayoría de los casos, puede limitarse a medidas simples: "Hoy no puedes usar una computadora", "Prohibir el uso de un teléfono inteligente durante 3 días".
Y recuerda: sólo se puede castigar a un niño si realmente ha hecho algo malo. No castigue a su hijo por errores accidentales o por errores provocados por la falta de experiencia en un asunto en particular.