Si quieres que tu hijo se duerma fácilmente y duerma mejor, intenta acostarlo a la hora adecuada.
Nadie discute que cada niño es único y que el rango de sueño es bastante amplio. Sin embargo, hay algunas características que son típicas de los niños de determinados grupos de edad.
Hasta los seis meses la rutina diaria del bebé está íntimamente relacionada con la alimentación. Durante este período, los niños duermen varias veces al día y muchas veces no distinguen entre la duración del sueño diurno y nocturno.
Aproximadamente a partir de los dos o tres meses, los bebés empiezan a tener un reloj biológico asociado a la síntesis de melatonina, la hormona del sueño. La melatonina se acumula en el cuerpo durante el día y provoca somnolencia.
Normalmente, la ventana de sueño se abre entre las 18:30 y las 20:30, pero es mejor estar atento a los signos de fatiga: puede frotarse los ojos, bostezar y sus movimientos y reacciones serán más lentos.
En los niños de 6 meses a un año y medio, el horario de alimentación se vuelve más estable y su sueño ya no depende tanto de las comidas.
A esta edad, los bebés se vuelven más activos durante el día, lo que provoca un aumento de la duración del sueño nocturno, ya que el cuerpo necesita más descanso.
Esto puede cambiar la ventana habitual de sueño y el niño querrá irse a la cama más temprano.
Para los niños de 1,5 a 3 años, es típica una siesta durante el día y el sueño nocturno es inestable debido a la adaptación del niño al nuevo régimen: durante este período, muchos niños comienzan a ir al jardín de infancia, lo que puede provocar fatiga y caprichos en las tardes.
En estos tiempos difíciles cobran especial importancia los rituales antes de dormir: leer un libro, elegir el pijama, darse un baño. Se recomienda iniciar estos rituales entre 1,5 y 2 horas después de la cena.