No sólo los cónyuges, compañeros o compañeros de trabajo pueden ser narcisistas, sino también los padres en relación con sus hijos.
Está claro que el niño criado por estas personas se enfrentará a toda una serie de dificultades en el futuro.
Los padres narcisistas deberían reconsiderar la relación con sus hijos, de lo contrario tendrán que pasar la vejez viendo la televisión.
En primer lugar, estos padres consideran secundarias todas las necesidades, deseos y peticiones del niño.
Creen que los niños deben obedecerlos y hacer todo lo posible para que la autoestima de sus padres se mantenga alta.
En segundo lugar, se niegan a asumir la responsabilidad de tomar decisiones.
No consideran necesario pedir perdón a sus hijos si de repente les causaron dolor.
Por el contrario, pueden hacer que los niños se sientan culpables por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
En tercer lugar, devalúan las emociones de sus hijos.
En un ambiente saludable, los padres enseñan al niño no sólo a afrontar sus emociones, sino también a reconocerlas y controlarlas.
En familias gobernadas por padres narcisistas, el niño tiene derecho a las emociones sólo si corresponden al estado de ánimo de los padres.
Los niños de estas familias tienen miedo de mostrar sus sentimientos y emociones y, en el futuro, intentan complacer a los demás, adaptándose a las opiniones y estados de ánimo de otras personas.
Este tipo de relaciones son perjudiciales no sólo porque sus consecuencias se manifiestan en la edad adulta. Principalmente en estas familias hay falta de amor y respeto.