Es poco probable que los buenos padres lastimen intencionalmente a sus hijos, pero aun así sucede.
Por tanto, los adultos deben ser más responsables y controlar su comportamiento.
Si los niños se sienten ofendidos constantemente, esto puede causarles un trauma. También socava la confianza en los padres.
Los niños no entienden bien el humor, pero notarán perfectamente que los demás se ríen de ellos. En esos momentos, el niño comienza a sentir vergüenza.
Esta no es una experiencia agradable para los niños, así que trate de no hacerlos reír.
A veces es mejor fingir que le creíste al niño que sorprenderlo mintiendo en el momento en que dice la verdad. Esta es la mayor decepción a la que se enfrentan los niños.
El niño crece confiado en que siempre podrá confiar en sus padres. Y la desconfianza destruye por completo este sentimiento.
A nadie le gusta que los demás le sirvan de ejemplo. Estamos acostumbrados a que sólo debemos comparar con nuestra experiencia anterior.
Por lo tanto, no debes humillar a un niño con palabras de que alguien es mejor.