El proceso por el que un niño aprende a caminar es bastante natural y es poco probable que necesite la ayuda de sus padres.
Los adultos solo tienen una tarea: garantizar la seguridad del bebé.
Para ello, las madres y los padres suelen adquirir asistentes en forma de dispositivos especiales: andadores, cochecitos y riendas para niños. Y si con los dos primeros todo está más o menos claro, entonces el último dispositivo de la lista es algo nuevo.
Este dispositivo, por así decirlo, está destinado a niños activos e curiosos que, mientras caminan, intentan constantemente huir de sus padres.
Además, sirve para evitar que los pequeños exploradores se caigan.
La idea parece inofensiva, pero muchos expertos sostienen que el uso de riendas ralentiza el desarrollo del niño. Si mantienes a tu hijo “atado” en todo momento, no tendrá que preocuparse por los sentimientos de cariño y aprenderá a controlarse.
Como resultado, le resulta más difícil asumir la responsabilidad de sus decisiones.
Así, el niño no recibe los conocimientos necesarios y pierde la oportunidad de comprender, por ejemplo, cuándo debería haber escuchado a su madre y no meterse en este charco profundo.
Un dispositivo como las riendas probablemente no lo necesite el niño, sino sus padres, a quienes les gustaría tomar un pequeño descanso de la actividad de su hijo.
Por lo tanto, la respuesta a la pregunta de si comprar o no las riendas de los niños sólo pueden darla las propias madres y padres, después de sopesar sus beneficios y evaluar los posibles riesgos.