Si observas a tu hijo durante un tiempo, notarás que a veces su sabiduría es mucho más profunda de lo que intentan vendernos en los entrenamientos de crecimiento personal.
Aquí hay algunas lecciones que puede aprender de sus interacciones diarias con los niños.
A menudo sucede que un niño llega corriendo hacia sus padres con una abrasión o un golpe en la frente. Mientras la madre descubre de dónde vino la herida, al mismo tiempo intenta calmar al bebé, acariciándolo y besándolo. Otra situación: un niño pequeño está nervioso y caprichoso. En este punto, papá comprende que está cansado, quiere dormir o tiene hambre y satisface sus necesidades.
¿Por qué no hacer lo mismo con los adultos? Cuando alguien está irritado y se queja contigo, no debes percibirlo como una persona inadecuada o de voluntad débil; en cambio, piensa en lo que puede esconderse detrás de la agresión y la irritación. Como regla general, esto es miedo, fatiga o mala salud.
Para los adultos, el amor a menudo se evalúa en la cantidad de beneficios recibidos de otra persona; por ejemplo, una mujer cocina y se ocupa de la vida cotidiana, y un hombre le proporciona dinero y resuelve otros problemas. De acuerdo, esa actitud no puede llamarse de otra manera que consumismo.
Como nunca hay suficiente dinero, muchas personas empiezan a sentirse ansiosas. Para aliviar esta carga opresiva, vale la pena hablar con sus hijos; para ellos no importa qué tipo de automóvil o apartamento tenga usted. Se preguntan si puedes dibujar monstruos y construir una torre con cubos. Los niños transmiten positividad al mundo y eligen amigos según sus gustos y no según su estatus social.
La espontaneidad y la apertura de los niños al mundo les permite disfrutar de las cosas sencillas que nos rodean: “¡Mira, qué bicho! ¡Mira estas piedras! ¡Qué charco tan grande, corramos hacia él!
Sin embargo, como adultos, necesitamos emociones fuertes que pueden ser provocadas por acontecimientos a gran escala o estimulantes: café, cigarrillos, alcohol. Sólo cuando perdemos algo importante empezamos a apreciarlo.
Pero hay otra manera: prestar atención a las pequeñas cosas de cada día y disfrutarlas, como los niños.