No todas las palabras y frases son aptas para el consuelo, especialmente cuando se trata de un niño.
Sin embargo, esto no detiene a los padres, que en ocasiones hablan en esos momentos sin pensar en absoluto en cómo sus hijos perciben sus palabras.
Los expertos han nombrado frases que es mejor olvidar y no volver a utilizar nunca más.
Por lo general, los padres le piden al niño que deje de derramar lágrimas y no se les ocurre nada nuevo excepto "No llores".
El niño ya entiende que no debe llorar, pero ahora llorará aún más, porque pensará que está molestando a sus padres y que no tiene derecho a las emociones.
Intente redirigir la atención del niño y luego dígale algo alentador.
No hay necesidad de devaluar las experiencias del niño, incluso si en realidad es una bagatela a sus ojos.
Nuevamente pensará que sus sentimientos no son importantes para sus padres.
Para tranquilizar a su hijo, pídale que piense en cómo puede arreglar las cosas.
Una de las cosas favoritas que hacen los adultos es echar sal en las heridas recordándoles que advirtieron a los niños que los juguetes se rompen y que los columpios pueden provocar caídas y lesiones.
Independientemente de lo que sucedió, deje que su hijo comprenda que nadie es inmune a los errores y que se debe sacar una conclusión de la situación.
Un niño puede tener sus propios miedos, al igual que los adultos, y no es necesario burlarse de ellos.
Al dejarlos solos con un “babai” inventado en el armario, los adultos privan a los niños de apoyo y protección.
Descubra por qué y a qué tiene miedo exactamente, y luego encuentre una manera de lidiar con este miedo.
El deseo de animar a un niño no es malo en sí mismo. Es importante hacerlo bien.
Por ejemplo, si un niño se encuentra en una situación desconocida, es poco probable que encuentre la solución adecuada mientras grita “¡Ánimo, adelante!” o "¡Mantén la nariz en alto!"
La próxima vez que cometa un error, decidirá ocultar su decepción y poco a poco se retraerá.
Por eso, el apoyo es importante, así como la comprensión de que la tristeza y la decepción pasarán, pero la alegría de comunicarse con los padres permanecerá.