¿Es posible que los niños naden en una fuente? Esta es una pregunta que no se hace y que algunos padres se hacen.
La respuesta está en la superficie: permitir que un niño nade en una fuente equivale a permitirle chapotear en un charco. Y en este último, por cierto, el agua está mucho más limpia que la de la fuente.
El caso es que el agua que llena las fuentes se cambia muy raramente y no se limpia a fondo.
Aquí pueden nadar ratas y perros y no hay protección contra los excrementos de pájaros.
Otro argumento en contra es que ese tipo de agua a menudo contiene sustancias químicas que los servicios públicos de la ciudad añaden específicamente para evitar que florezca.
¿Cuál es el resultado? Al querer refrescarse en el calor del verano, un niño puede contraer muchas infecciones peligrosas, como E. coli, rotavirus, salmonella e incluso hepatitis.
Tampoco debemos olvidar que el fondo de hormigón o baldosas de la fuente es muy resbaladizo, por lo que existe una alta probabilidad de sufrir lesiones.
El agua de la fuente es suficiente para ahogar a un niño pequeño desatendido, y en las que están equipadas con iluminación, puede sufrir una descarga eléctrica.
Tampoco son seguras las llamadas fuentes secas, en las que el agua sale disparada hacia arriba en chorros. El agua que contienen tiene la misma pureza cuestionable y el riesgo de lesiones es alto.