La tendencia hacia el consumo consciente tiene cada vez más adeptos.
Las cosas para un niño encajan perfectamente en esta filosofía, pero hay varios artículos infantiles que no se pueden reutilizar, y un colchón de cuna es uno de ellos.
A pesar de su aparente ligereza, el cuerpo del bebé ejerce una presión constante sobre el colchón, lo que provoca su deformación y compresión.
Los bebés, cuyas curvas de la columna aún no están completamente formadas, necesitan una superficie completamente plana y rígida para dormir.
Incluso si un colchón usado alguna vez fue un colchón ortopédico costoso, es posible que no cumpla con estos requisitos.
Otra amenaza potencial asociada con un colchón usado son los ácaros del polvo. No se pueden ver a simple vista, pero el niño seguramente sentirá su presencia.
Estos parásitos microscópicos suelen provocar reacciones alérgicas como rinitis, conjuntivitis, erupciones cutáneas y problemas respiratorios, incluido el asma bronquial.
Además, el colchón puede contener otros microorganismos que quedaron del dueño anterior junto con sus fluidos corporales. Es imposible predecir cuántas veces un bebé que durmiera en este colchón escupiría en la cama o con qué frecuencia se le escaparía el pañal.
Para evitar este tipo de situaciones, conviene revisar tu lista de compras antes de que nazca el bebé y sustituir el colchón viejo por uno nuevo.