Imaginemos la siguiente situación: tu hijo empieza a llorar fuerte.
Quizás alguien lo ofendió. Es posible que algo lo haya asustado.
O tal vez tus emociones sean causadas por tu negativa a comprar otro juguete.
En cualquier caso, no debes decir lo siguiente: “¡Vamos, deja de llorar!”
¡No le exijas que deje de llorar ni lo amenaces con castigarlo!
Es mejor darle a su hijo la oportunidad de expresar sus emociones. En este caso, es recomendable marcar ciertos límites.
Los padres de un bebé que ha comenzado a derramar lágrimas deben decir lo siguiente: “Llora un par de minutos más y luego hablaremos de tu problema”.
Esta frase es buena por dos razones. En primer lugar, mamá y papá se niegan a ejercer presión psicológica sobre el niño.
El bebé tiene derecho a mostrar emociones. Nadie exige que se calme inmediatamente y deje de "molestar".
En segundo lugar, la observación demuestra la integridad de los padres: muestran su renuencia a complacer los caprichos del niño (estamos hablando del caso en el que el niño utiliza el llanto como “chantaje”).
El niño entiende: nadie va a detenerlo, pero al mismo tiempo, mamá y papá no planean ceder ante él.