Incluso el niño más obediente puede empezar a portarse mal.
Y a menudo el bebé simplemente no escucha a sus padres: no hay solicitudes de ayuda para calmarlo.
En tal caso, mamá y papá no deben gritarle a su hijo o hija. Lo más probable es que la situación empeore.
Es mejor usar un pequeño truco. Estamos hablando de un truco educativo llamado “Método 1-2-3”.
¿Su hijo de repente dejó de obedecer a sus padres? ¿Sigue realizando alguna acción, ignorando las prohibiciones de mamá y papá?
Luego se le debe decir al bebé: “Si no paras inmediatamente, entonces…”
A continuación debería haber algún tipo de advertencia. Por ejemplo, “te quedarás una semana sin juguetes” o “te quitaré el smartphone unos días”.
Después de esto, lo siguiente debería salir de la boca de los padres: “¡Estoy contando hasta tres! ¡Una vez! ¡Dos!"
Es necesario hablar alto y claro (pero sin gritar) para que el bebé entienda que hablas en serio.
Es común decir "¡Tres!" no es necesario. En la mayoría de los casos, un niño que se ha dado cuenta del alto riesgo de que se le aplique un castigo se calma y deja de jugar.
Sin embargo, si el niño ignoró la advertencia "1-2-3", debe ser castigado de inmediato. Y exactamente como se prometió.