Muchos padres tienen que lidiar con el comportamiento desagradable de sus hijos porque a ellos les encanta manipular.
La histeria, en general, es un "argumento" para un niño con el que intenta lograr lo que quiere.
A los adultos, este comportamiento puede inquietarles.
Sin embargo, en ocasiones nosotros mismos lo reforzamos.
Los padres no comprenden que en el momento de la histeria los argumentos clásicos no funcionan con el niño, por lo que no es necesario apelar al sentido común.
Cuando pase la oleada de emociones, será posible intentar entablar un diálogo.
Si los niños ven que las rabietas funcionan muy bien, entonces no tendrán ningún deseo de cambiar para mejor. Los expertos no recomiendan reforzar comportamientos negativos.
De lo contrario, permanecerá con el niño durante muchos años.
La histeria de los niños a veces puede provocar una reacción emocional e irrazonable por parte de mamá y papá, que simplemente no saben cómo comportarse correctamente.
Sin embargo, perder el control es una mala decisión.
Muchos adultos sienten vergüenza y vergüenza en el momento en que un niño comienza a comportarse mal con otras personas. Por lo tanto, los padres pueden intentar sobornar.
Compran dulces o juguetes para los niños, lo que vuelve a convencer al niño de que su estrategia es la correcta.