A veces basta una frase desafortunada para que los padres pierdan autoridad ante los ojos de su propio hijo.
Por tanto, las madres y los padres deben vigilar atentamente su discurso para no decir nada innecesario.
Hay tres frases que, al escucharlas, pueden provocar que un niño empiece a tratar peor a sus padres.
Este odio quedará en silencio. Y, sin embargo, no se puede permitir que se produzca una situación así.
Es absolutamente normal que los padres tranquilicen a su hijo sin presentar ninguna queja contra él.
Pero la situación sólo empeorará si mamá y papá intentan reprocharle al bebé las emociones que muestra.
Quizás después de la frase “Deja de llorar” el niño ya no llorará más. Pero es posible que empiece a acumular ira y odio en su interior.
Por eso, intenta ponerte en el lugar de un niño molesto y bajo ningún concepto lo regañes por llorar.
Comparar a un niño con otros niños (y no a favor del propio hijo o hija) es una técnica muy peligrosa.
No hay que decirle a un niño que es malo en algo, pero que su compañero es bueno.
Es poco probable que tal afirmación aumente la motivación de un niño o una niña para estudiar. Pero un escolar bien puede sentirse ofendido. Convertirse también en dueño de una baja autoestima.
No hay nada terrible si un niño no logra realizar alguna acción simple la primera vez. Por ejemplo, es normal cepillarse los dientes, tender la cama o atarse los cordones de los zapatos.
Déle a su hijo la oportunidad de "practicar". No te burles de él ni le realices el procedimiento bajo ninguna circunstancia.
De lo contrario, un niño privado de la oportunidad de adquirir habilidades por sí solo puede desarrollar un odio silencioso hacia sus propios padres.