Muchos padres no ven nada malo en obligar a su hijo a comer cuando éste se niega a hacerlo.
Sin embargo, esto no debería hacerse.
En primer lugar, los expertos señalan que es necesario establecer la causa del problema. Es posible que el niño simplemente no se sienta bien. En esos momentos, comer alimentos “a la fuerza” sólo puede empeorar las cosas.
Es mejor preguntarle al niño por qué no quiere comer.
Además, no todo el mundo sabe que ese comportamiento de los padres puede tener consecuencias desagradables en el futuro. Algunos niños comienzan a experimentar emociones negativas hacia la comida.
Debido a esto, aparecen los trastornos alimentarios.
Existe otro riesgo: el peligro de ganar peso. A veces los adultos simplemente sobreestiman las necesidades alimentarias del niño, obligándolo a comer más allá de lo normal. Como resultado, los niños pueden volverse obesos.
Si desarrolla esta actitud hacia la comida desde la infancia, surgirán problemas de peso de forma continua.