El dicho “No hay peor bestia que un gato” refleja a la perfección el peligro real que puede suponer la agresión felina.
Los gatos son animales flexibles y ágiles, con dientes afilados y garras afiladas que pueden causar graves daños.
La agresión repentina puede deberse a varios factores y es importante saber cómo actuar en tal situación.
El bebé peludo de ayer puede convertirse en un tigre enojado por varias razones.
Los más comunes incluyen un aumento de las hormonas sexuales, situaciones en las que el gato se considera el cabeza de familia, así como problemas de salud.
Si la agresión está asociada con una enfermedad, comuníquese con su veterinario para un examen completo. Para los gatos que viven al aire libre, reciba una vacuna de refuerzo anual contra la rabia.
Esterilice o castre si es necesario si el problema es hormonal.
Con fines educativos, puede utilizar agua fría de una botella rociadora, que se debe rociar sobre el gato durante la agresión. A veces se añaden al líquido unas gotas (no más) de aceite esencial de cítricos, lo que no les gusta a los gatos.
La receta universal son los productos químicos correctivos, que, por supuesto, se seleccionan mejor en colaboración con un veterinario.
El médico puede recomendar que el gato use collares de feromonas en todo momento (tenga en cuenta que será necesario reemplazarlos por otros nuevos cada mes).
Otra opción es el uso prolongado de sedantes. Además, utilizar un difusor con feromonas ayudará a calmar a tu mascota.
Si la agresividad de tu gato se debe a su bajo umbral de estrés, asegúrate de que tenga un rincón acogedor y privado donde pueda esconderse en caso de peligro y estar solo.