Por regla general, percibimos el ladrido de un perro como una amenaza para asustar y ahuyentar a nuestro agresor.
Pero ésta no es siempre la razón principal.
Un perro puede ladrar no sólo para demostrar su propia fuerza y también para asustarte.
Los expertos señalan que un perro demasiado feliz no siempre se controla. Por ejemplo, si un ser querido regresa después de una larga ausencia, la reacción puede ser impredecible.
En un ataque de felicidad, un perro puede ladrarle a su dueño simplemente porque está muy feliz de verlo.
Si el perro está relajado y simplemente descansando, un movimiento o sonido repentino de una persona puede asustarlo. En este caso, ladrar simplemente se convertirá en una reacción automática a su propio miedo.
No olvides que casi todas las razas de perros dependen de la atención de su dueño. Si una persona ignora a una mascota durante mucho tiempo, el ladrido se convertirá en una especie de "coqueteo".