Nuestros antepasados creían firmemente que en el proceso de "comunicarse" con los gatos hay cosas de las que sería mejor abstenerse.
Por ejemplo, no debes besar a los representantes de la familia de los gatos en la cara (y, probablemente, también en otras partes del cuerpo).
Según las creencias, cuando los labios de una persona entran en contacto con la nariz o la cara de un gato, la energía lo abandona.
La mascota, sin saberlo, le quita un pedazo de vida a su dueño y lo envía al otro mundo, como una especie de alimento para sus misteriosos habitantes.
Sin embargo, si no puede contenerse, puede besar al ronroneo en la espalda o en el costado.
La ciencia coincide en que no se debe besar a un gato en la cara, aunque da argumentos diferentes.
Así, como resultado del contacto con las mucosas y la saliva, puede producirse una infección por gusanos o infecciones en el cuerpo del animal.
Por eso no se debe besar a un gato, ni a los adultos ni, especialmente, a los niños.
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