A los gatos no les gusta que les soplen en la cara, no sólo porque sea desagradable.
Te explicamos por qué nunca debes soplarle la cara a un gato.
Cuando el dueño sopla al gato, le parece que le está silbando.
Y el silbido de un gato se percibe como agresión, por lo que todo puede acabar en arañazos y mordiscos.
Además, a los gatos no les gusta mucho que nos acerquemos a ellos con la cara.
Esto se debe a la peculiaridad de la visión de los gatos: ven mal de cerca.