No es ningún secreto que a muchas plantas les encanta "tratar" las cáscaras de huevo, que actúan como un excelente fertilizante para ellas.
La sustancia que contiene calcio resuelve rápidamente el problema en caso de deficiencia de calcio.
Además, la cáscara de huevo mejora la estructura del suelo y reduce su acidez.
Sin embargo, no todas las plantas aceptan tal "golosina". Su reacción al caparazón puede resultar en una cosecha nula.
Por ejemplo, los tomates son uno de ellos. El exceso de calcio puede interferir con la absorción de magnesio y potasio.
En esta situación, el crecimiento de los arbustos se ralentiza y el rendimiento se reduce catastróficamente.
A los pimientos no les gustan las cáscaras de huevo. Se recomienda utilizar fertilizantes complejos con la cantidad óptima de vitamina.
Las legumbres también se oponen a las cáscaras de huevo porque alteran el metabolismo del nitrógeno en sus raíces.
Además, si las legumbres están "sobrealimentadas" con cáscaras, la microflora del suelo puede verse alterada.
A las remolachas y las zanahorias no les gustan las cáscaras: con un exceso de calcio, el suelo se compacta y les resulta más difícil crecer a sus raíces.
No quieren conchas ni ensalada de espinacas, ya que el exceso de calcio les dificulta la obtención de magnesio y hierro.
La consecuencia de esta complejidad son problemas con el crecimiento y desarrollo de estos cultivos.
Anteriormente, se nombraron 4 secretos de una abundante cosecha de berenjenas.