La grosella espinosa es un arbusto de bayas que se puede encontrar en casi todos los jardines.
Para obtener una gran cosecha de bayas grandes y jugosas, es necesario conocer reglas simples de cuidado.
A la planta le encanta mucho el sol y crecerá bien en un área protegida del viento.
Para las grosellas, los suelos francos, ligeramente ácidos y arcillosos son adecuados. Pero es necesario abonarlos bien y, si es necesario, desoxidarlos con harina de dolomita o cal: 250 g por metro cuadrado.
Puedes empezar a cuidar las grosellas en abril, cuando la nieve aún no se ha derretido, rociándolas con agua hirviendo para evitar la activación de insectos dañinos.
El riego se realiza con agua tibia y sedimentada en suelo bien suelto 2 veces cada 7 días.
Para que las grosellas crezcan bien y la cosecha le complazca, no puede prescindir de fertilizar. Si el jardín tiene suelo fértil, durante los primeros 2 años puede prescindir de fertilizantes de fósforo y potasio.
Durante la posterior siembra será necesario añadir gordolobo, urea, salitre y superfosfatos, además de cenizas.
En primavera, los fertilizantes serán útiles para ayudar a la planta a acumular fuerzas para la temporada de crecimiento y la formación de cogollos.
El fertilizante debe contener nitrógeno. Alimente las grosellas dos veces.
Por primera vez, la fertilización se realiza en marzo o abril antes de que se abran los cogollos: se esparce compost o estiércol podrido sobre el suelo derretido.
Las plantas jóvenes aceptarán con gusto este aderezo: 10 g de urea por 5-7 g de nitrato. Después de fertilizar, el suelo se cubre con turba.
La segunda alimentación se realiza en mayo, cuando debería comenzar la floración. En este momento, el compost y el estiércol podrido te vendrán bien: hasta 5 kg por cada arbusto.