Puede parecer que dos estructuras de jardín con aplicaciones prácticas similares, un invernadero y un invernadero, son el mismo objeto, pero con nombres diferentes.
Resulta que tienen diferencias fundamentales, que se expresan no solo en los materiales de fabricación.
Se trata de una estructura en la que se excluye la posibilidad de calentamiento artificial, y la temperatura se mantiene mediante el sol y los fertilizantes aplicados al suelo. A diferencia de un invernadero, no tiene ventanas ni puertas, y para entrar basta con levantar la cubierta superior o lateral. Además, un invernadero no es una estructura permanente o permanente. Se puede mover por el jardín durante toda la temporada, dependiendo del clima y de la necesidad de cubrir un cultivo en particular.
Básicamente, el marco se cubre con láminas de plástico, spunbond e incluso estructuras de vidrio, por ejemplo marcos de ventanas.
Se utiliza un invernadero cuando es necesario completar el ciclo de maduración de los tomates, cultivar pepinos de bajo crecimiento, plántulas de hortalizas o flores, especialmente durante heladas recurrentes o olas de frío.
Se trata de una estructura de mayor escala que puede instalarse sobre una base y, si hay calefacción disponible, utilizarse durante todo el año. La estructura debe estar equipada no solo con puertas, sino también con ventanas o rejillas de ventilación. Están revestidos con una variedad de materiales, pero el policarbonato o el vidrio se consideran los más duraderos y prácticos. Aquí puedes cultivar cualquier cultivo y de cualquier tamaño.
Los invernaderos tienen un solo inconveniente: el exceso de calor, que se produce si una habitación está equipada sin posibilidad de ventilación.
Es posible trasladar el invernadero a una nueva ubicación solo si las características de diseño lo permiten (con la excepción de una base de concreto) y solo al final o al comienzo de la temporada.
Los jardineros experimentados no eligen entre invernaderos e invernaderos, sino que equipan sus parcelas con ambas estructuras.