Cultivar tomates no es fácil; el cultivo es sensible a enfermedades y plagas.
El riego inadecuado y los cambios bruscos de temperatura afectarán negativamente la calidad y cantidad de la futura cosecha de tomate.
El suelo juega un papel importante en el crecimiento de las plantas. No será posible cultivar plantas sanas en suelos pobres e infértiles. La alimentación resuelve el problema.
Los jardineros experimentados aplican fertilizantes en el otoño y excavan la tierra para el invierno.
Para los tomates, se eligen fertilizantes de potasio y fósforo y se agrega cal a suelos ácidos.
Al plantar tomates, no debes dejarte llevar por los fertilizantes minerales. En esta etapa, todavía es demasiado pronto para activar el ovario de las flores y la formación de frutos.
Un día antes de plantar las plántulas, el suelo se riega con una solución de levadura. Para prepararlo, toma 5 g de levadura fresca por cada 5 litros de agua tibia y déjalo reposar durante un día. A cada pocillo se le añaden hasta 200-300 ml de fertilizante ya preparado.
La ceniza de madera es una opción de alimentación ideal para los tomates.
El fertilizante natural contiene minerales importantes: potasio, magnesio, calcio, sodio. La adición de ceniza favorecerá el desarrollo de masa verde y fructificación.
Basta con verter un puñado de ceniza en cada hoyo.