Las fresas ocupan un merecido lugar en cada jardín.
Y con razón, porque las fresas son un cultivo perenne y fácil de cuidar.
Para plantar fresas, se rellenan zanjas con materia orgánica. Será posible obtener una cosecha generosa solo con una alimentación abundante de las plantas.
Los arbustos deben recibir nitrógeno y potasio, fósforo y carbohidratos, que aportan el dulzor de las bayas. Llevar una dieta rica en productos orgánicos proporciona todo esto en abundancia.
Si haces pasillos amplios entre los lechos de fresas, cada arbusto tendrá suficiente sol. Los pasillos anchos ayudan a cuidar mejor las fresas: recortar el bigote, alimentarlas, enraizarlas y recoger las bayas.
Un truco sencillo para una buena cosecha: cubra las camas con agrofibra a principios de la primavera. En un invernadero de este tipo, los cambios de temperatura primaverales se suavizan, el viento no elimina la humedad y el dióxido de carbono no se evapora.
Es importante regar las fresas con regularidad, especialmente en climas cálidos. Las plantas sólo pueden absorber cualquier fertilizante si hay humedad.