Antes de empezar a regañarte por la pereza, es mejor comprender sus motivos. En el 90% de los casos, resulta que no eres un vago, sino un procrastinador.
Existe una gran diferencia entre estos dos fenómenos y, una vez que la comprenda, le resultará más fácil completar la tarea requerida.
Los consejos a los lectores corren a cargo de un psicólogo social, metodólogo y formador destacado del Centro de Tolerancia del Museo Judío. Elena Gorinova .
La pereza es una negativa a asumir responsabilidades, una falta de voluntad para realizar esfuerzos físicos o psicológicos. Eres un vago si te niegas a trabajar y al mismo tiempo sabes perfectamente cómo te irá la situación. No hay ningún sentimiento de culpa o vergüenza, simplemente “no quieres”.
La procrastinación es un intento de retrasar la realización de una tarea, más que un rechazo deliberado a realizar una actividad. Sabes que “deberías”, incluso entiendes que tarde o temprano tendrás que hacerlo, y por eso experimentas muchas emociones: desde la culpa hasta la ansiedad.
La procrastinación ocurre cuando existe miedo de realizar mal una tarea (eres maximalista), en ausencia de motivación (¿exactamente cómo me ayudará el resultado?) o de los recursos necesarios para completarla (estás cansado), así como en presencia de una gran cantidad de tareas simultáneas (¿por dónde empezar? ¿Todavía no tendré tiempo?).
Si una persona es perezosa, esto se debe a bajos niveles de autocontrol y falta de escrupulosidad. Pero, de hecho, es muy difícil encontrar una persona mentalmente sana que no esté orientada en absoluto a objetivos, que no esté interesada en el trabajo y que no quiera recibir recompensas de una forma u otra.
En el momento de la depresión, ese estado es realmente posible, pero en este caso no estamos hablando de pereza y definitivamente no debes regañarte por procrastinar.
Algunas personas enfatizan con orgullo que son vagas porque no tienen tiempo para desperdiciar recursos. Hay una gran idea en esta afirmación, pero aún así es importante recalcar: en este caso no estamos hablando de pereza, sino de planificación, asignación de recursos o procrastinación creativa.
Si una persona ha analizado la situación y comprende que hacer el trabajo no conducirá a ningún resultado, negarse a tomar una decisión no es pereza. Se redistribuyen fuerzas, se liberan recursos para otras tareas que influyen efectivamente en el resultado del trabajo.
Si una persona siente que no tiene suficientes recursos internos y necesita descansar para poder completar una tarea grande e importante en el futuro, esto tampoco es pereza. Mucha gente se reprende por no querer “morir en el trabajo” o recordar “pero nuestros padres…”. Cuidarte a ti mismo es una excelente habilidad, es lo que te permite trabajar de manera más efectiva.
Si una persona está físicamente agotada y no puede completar una tarea debido a un trastorno de ansiedad, TDAH (a menudo en niños) o depresión, esto tampoco es pereza. Intentar obligarse a trabajar rechazando el tratamiento puede terminar desastrosamente.
Si te haces esta pregunta, significa que no te enfrentas a un problema de pereza, sino a un problema de procrastinación. El deseo de salir de una situación, el deseo de completar una tarea y dejar de culparse a sí mismo es signo de una persona responsable, capaz de autorregularse, pero que ha perdido recursos o motivación en un momento determinado.
¿Qué exactamente? ¿A qué fecha? ¿Cómo sabré que la tarea se ha completado bien? ¿Es esto realista? Escribir una novela parece un objetivo muy bonito, pero es completamente vago. Una buena redacción: “Escribe dos páginas de una novela cada semana para que antes del 1 de septiembre tenga los dos primeros capítulos. Se los mostraré al editor, recibiré comentarios y, si tengo éxito, continuaré trabajando”.
Para algunos, el ruido les impide ser productivos; para otros, las notificaciones constantes en sus teléfonos o la multitarea les impiden ser productivos. Eliminar irritantes. En la oficina, ayudan las salas de reuniones cerradas o los auriculares; en casa, un espacio de trabajo limpio y el modo silencioso al teléfono.
Utilice el cuadrado de Eisenhower u otro principio útil de organización de tareas para ayudarle a determinar sus prioridades.
Un buen hábito es anotar las tareas para mañana por la noche, así aún recuerdas lo que no tuviste tiempo de hacer hoy. Si se le presentan nuevos requisitos y problemas durante la implementación, agréguelos al plan, pero comience a implementarlos solo después de completar al menos la mitad de los ya planificados.
No hay nada de malo en decirle directamente a la gerencia: “Tengo una lista diferente de tareas para hoy, aprobamos las prioridades el lunes. Empezaré a hacer otros nuevos más tarde”.
De esta forma dejarás de correr de una tarea a otra, de torturarte y de sentirte culpable por lo que no has hecho.
Habiendo dividido una tarea grande en pequeñas, es importante no perder de vista el objetivo principal.
“Estoy haciendo esta presentación ahora para...
Hay muchas opciones.
Será mejor si anotas los objetivos globales y los dejas en un lugar visible. Es más fácil prepararse para los exámenes cuando ve que hay un diploma por delante, seguido de un trabajo interesante, seguido de conocidos interesantes, una forma de realizarse y el salario deseado.
Si comenzar a trabajar te da miedo, es desagradable o simplemente no es interesante, haz un trato contigo mismo: trabajarás exactamente cinco minutos. En la mayoría de los casos, encontrarás el ritmo y la motivación para seguir trabajando.
Y permítase equivocarse: una diapositiva mal hecha es mejor que ninguna presentación.