La gente moderna percibe las hojas de laurel exclusivamente como condimento para platos. Pero esta planta ha cumplido muchas más funciones durante siglos.
Tiene propiedades insecticidas y bactericidas, por lo que las hojas de laurel se utilizaban con fines medicinales y desinfectantes.
En el siglo XXI han aparecido muchos productos más eficaces y fáciles de usar, que, sin embargo, no siempre son seguros para la salud humana. Por lo tanto, los jardineros que están cansados de usar productos químicos recurren cada vez más a medios antiguos para combatir enfermedades y plagas.
Las hojas de laurel contienen sustancias que tienen un efecto negativo sobre patógenos e insectos. Su principal fortaleza está en los aceites esenciales, que tienen la capacidad de evaporarse emitiendo un olor característico.
Gracias a ello, la infusión de laurel se utiliza para humidificar el aire de las viviendas con el fin de eliminar los olores desagradables y ahuyentar los insectos al mismo tiempo.
Antes de la aparición de diversos aerosoles y ungüentos, la gente se lubricaba la piel con una decocción de laurel para protegerse de los mosquitos y colgaban manojos de ramitas en las aberturas de las ventanas para evitar que las moscas entraran en la casa. Además, a las cucarachas no les gusta el laurel, por eso lo colocaron en sus lugares favoritos.
En el jardín, esta planta tiene el mismo efecto. Los jardineros rocían las plantas con decocción de laurel para repeler las plagas. Pero el problema es que para obtener un resultado duradero se necesita mucha especia, por lo que el coste de un remedio tan popular resulta considerable.
Pero existe una forma más económica de utilizar las hojas de laurel.
En la antigua Roma se quemaba el laurel y se utilizaba humo para fumigar las viviendas, así como las habitaciones donde se guardaba a los enfermos, con el fin de mejorar la salud del aire. Esta técnica ha sido adoptada por los jardineros que disponen de invernadero.
Basta con llevar las brasas del fuego o de la barbacoa al invernadero, ponerles hojas de laurel, cerrar el invernadero y dejarlo "remojar" en humo durante 6 a 12 horas.
Este procedimiento reemplaza el uso de azufre o tabaco. Pero, a diferencia de ellos, no contiene sustancias tóxicas.
Es importante que las hojas no se quemen, sino que ardan lentamente sobre las brasas, liberando una gran cantidad de humo rico en aceites esenciales, fitoncidas, taninos y otras sustancias.
Muchas plagas no pueden tolerar este tratamiento. Los ácaros lo padecen especialmente. Para este insecto, el laurel es destructivo. No en vano, en la floricultura de interior, las plantas se rocían con una infusión de hojas para eliminar los ácaros. Pero en un invernadero, la fumigación requerirá una gran cantidad de esta especia, y para la fumigación, son suficientes de 2 a 4 paquetes.