A la hora de adquirir huevos caseros o encontrar un stock de productos en el frigorífico con fecha de producción “turbia”, siempre se puede comprobar su idoneidad para el consumo.
No existen complicaciones a este respecto con los lácteos, la carne y otros productos alimenticios. Pero los huevos son un asunto delicado.
Hablemos de un método que le permitirá determinar con precisión la frescura de los huevos de gallina.
Si la marca en la cáscara se borró o simplemente no estaba allí, entonces no debe arrastrar los huevos rancios a una sartén ni a productos horneados. Es muy posible que hayan sido desechados hace mucho tiempo. Esto puede arruinar la comida y socavar su salud.
Las propiedades beneficiosas y dietéticas se conservan únicamente en los huevos que se han almacenado durante siete días desde el momento del nacimiento. Luego, en el frigorífico, siguen siendo comestibles durante 3-4 semanas y, si se almacenan más tiempo, la comida se convierte en una ruleta, poniendo en juego la salud.
Coge un bol hondo y ancho, llénalo de agua fría y selecciona los huevos que quieras probar. Déjelos caer al agua uno a la vez y observe el comportamiento de los huevos.
Si el huevo se hunde hasta el fondo y queda horizontal, entonces es un producto fresco.
Si el huevo se eleva en ángulo o no toca el fondo, entonces el huevo es comestible, pero no se le puede llamar fresco. No se puede comer crudo ni hervido tampoco. Alternativamente, hiérvelo duro.
Y si el huevo acaba en la superficie, es mejor tirarlo inmediatamente.