En la mayoría de los casos, el comienzo de la vida familiar es feliz.
Pero entonces pueden aparecer problemas graves.
Las dificultades cotidianas y la falta de voluntad para entenderse provocan peleas.
Es posible que tarde o temprano marido y mujer lleguen a la siguiente conclusión: "Es hora de divorciarse".
Si los cónyuges aún aprenden a escucharse y llegar a compromisos, seguramente podrán salvar la relación.
Pero hay señales que indican que lo más probable es que el matrimonio aún se disuelva.
Si la comunicación entre marido y mujer consiste principalmente en quejas mutuas, es poco probable que el matrimonio dure mucho tiempo.
El odio también habla de una separación inminente.
Si los cónyuges se insultan y ridiculizan con regularidad, lo más probable es que no puedan vivir bajo el mismo techo durante años.
Las peleas frecuentes y los gritos en la familia son malos. Pero no hay nada bueno en un silencio constante.
Si un cónyuge ignora al otro, se niega a comunicarse y finge estar siempre ocupado, entonces esa familia no puede considerarse feliz. Una segunda visita a la oficina de registro (esta vez para un divorcio) es casi inevitable.